¿Quién es ese? ¿Soy yo o es otro?

¿Hasta dónde llega lo que llamamos "yo" o "sí mismo" y dónde comienza el "otro"? Esta parece una pregunta trivial, pero cobra significado cuando establecemos relaciones muy cercanas con otros (p. ej., madre-hijo, hombre/mujer-pareja, etc.) o en casos menos frecuentes como los de algunos trastornos psiquiátricos (p. ej., esquizofrenia, autismo, etc.) o neurológicos (p. ej., heminegligencia espacial). Ya no suena tan trivial, ¿verdad? Nuevamente, parece simple porque no tenemos que "preocuparnos" por adquirir tal distinción, pero se nota fácilmente cuando ésta falla. ¿Cómo es que el cerebro crea ese sentido de "yo", tan semejante y a la vez tan distinto del de "otros"? Jean Decety y Jessica A. Sommerville publicaron en 2003 su pensamiento al respecto, desde la perspectiva de la neurociencia cognitiva social. ¿Cuál es su idea? Veamos a continuación.

Introducción
Comienzan Decety y Sommerville con la afirmación de que nuestra supervivencia depende tanto de la existencia de otros como de nuestra habilidad para interactuar con los demás. Tales intercambios sociales implican la habilidad de identificarse con otros, así como la habilidad para diferenciarse de ellos. Su perspectiva tiene raíces en la noción fenomenológica de que el "sí mismo" no puede ser aprehendido y conceptualizado independientemente de la conceptualización de "otros".

En esta revisión, Decety y Sommerville argumentan que la corteza parietal inferior en conjunción con la corteza prefrontal pueden ser críticas en la distinción entre el "sí mismo" y "otros".

¿Qué se dice desde la ciencia del desarrollo?
Decety y Sommerville afirman que las raíces del sí mismo comienzan temprano en la infancia. Por ejemplo, los bebés fácilmente distinguen sus propias acciones de aquellas de las de otros desde muy temprano en el desarrollo (Rochat & Hespos, 1997). 

Adicionalmente, Decety y Sommerville explican que en los primeros años de vida los niños adquieren el conocimiento de los aspectos tanto objetivos como subjetivos del sí mismo y de otros. Por ejemplo, a los 18-24 meses de edad, los bebés pueden reconocer su propia imagen en el espejo, una capacidad que ha estado ligada a la emergencia de las emociones auto-conscientes (como la vergüenza, Lewis et al., 1989). 

Posteriormente, durante los años preescolares los niños desarrollan la capacidad de representar los estados mentales propios y los de otros (Gopnik & Meltzoff, 1994). Los autores puntualizan que, como el desarrollo del entendimiento del estado mental está funcionalmente relacionado con las funciones ejecutivas (Frye et al., 1995), la corteza prefrontal puede estar implicada en las representaciones cognitivas del "sí mismo"/"otros". De hecho -continúan Decety y Sommerville-, los datos provenientes de estudios con neuroimágenes sugieren que las tareas de teoría de la mente y de función ejecutiva muestran áreas de activación que se solapan en la corteza prefrontal medial.

¿Qué es el sí mismo?
Decety y Sommerville proporcionan una síntesis acerca de las diferentes dimensiones del sí mismo sobre las cuales diferentes investigadores se han enfocado a través del tiempo, por medio de la siguiente tabla:


¿Qué se dice desde la psicología social?
La investigación desde la psicología social, dicen Decety y Sommerville, apoya la naturaleza del sí mismo como única, pero también como compartida. Según la psicología social, los individuos -en un sentido- creen que son únicos y perciben mayor consistencia en su propio comportamiento que en el comportamiento de los demás (McConnell et al., 2002). Sin embargo, la teoría de la comparación social sugiere que las personas se comparan a sí mismas con otras para evaluar sus habilidades, opiniones y características (Festinger, 1954).

¿Qué, desde la neuropsicología y neurociencia cognitivas?
Los casos clínicos, explican Decety y Sommerville, apoyan un rol privilegiado del hemisferio derecho en la representación del sí mismo. El daño a la región témporo-parietal puede causar déficit en varios aspectos del procesamiento del sí mismo, incluyendo el reconocimiento de rostros. Los autores citan a Keenan et al. (2001), quienes demostraron que pacientes a quienes se les hacía el test de Wada eran temporalmente incapaces de reconocer sus propios rostros cuando el hemisferio derecho era anestesiado. Además, los autores citan que el daño al hemisferio derecho también puede estar asociado con alteraciones en la memoria autobiográfica y en la auto-evaluación. Por ejemplo, la confabulación personal (similar a la creación de historias ficticias acerca de sí mismo) parece estar asociada con daño en el lóbulo frontal derecho (Feinburg, 2001).

Con respecto a la neurociencia cognitiva, los estudios recientes con neuroimágenes proporcionan evidencia convergente para el papel del hemisferio derecho en el procesamiento "sí mismo"-"otros". Por ejemplo, los autores citan a Fink et al. (1996), quienes reportaron una activación de las regiones cinguladas y prefrontales derechas durante la presentación de recuerdos autobiográficos personales versus frases impersonales. Adicionalmente, pensar y percibir a otros también se ha mostrado que implica recursos del hemisferio derecho (Ruby & Decety, 2003).

Aún más, otros han propuesto que usamos un modelo hacia delante, continúan Decety y Sommerville. De acuerdo con este modelo, explican, se produce una predicción sensorial durante las acciones auto-generadas, acerca del resultado de la acción, junto con la orden motora específica. Los resultados de la comparación entre la predicción sensorial y las consecuencias sensoriales del acto pueden ser utilizadas, entonces, para determinar el agente de la acción. En el nivel neural, la investigación reciente indica que la ínsula y la corteza parietal inferior derecha pueden ser cruciales para distinguirse a "sí mismo" de "otro", por ejemplo para (a) el sentido de "propiedad" en la ejecución de la acción, (b) la imitación recíproca* y (c) la simulación mental de las acciones de otra persona.


La coordinación y el contraste de las representaciones "sí mismo"/"otros": la propuesta de Decety y Sommerville
La auto-conciencia de nuestros propios estados mentales (intenciones, deseos, creencias, emociones) también nos posibilita leer los estados mentales de otros, afirman Decety y Sommerville. 

Según los autores, como la auto-conciencia puede haber evolucionado para el propósito específico de permitirnos entender nuestro comportamiento y el de los demás (Humphrey, 1990), se requiere entonces la coordinación entre las representaciones del "sí mismo" y las de "otros", lo cual requiere recursos de funciones ejecutivas. 

Ya que la investigación del desarrollo ha mostrado que el control inhibitorio es un factor crucial para la capacidad de teoría de la mente (Carlson & Moses, 2001) y que hay una correlación entre el desarrollo de la inhibición de respuesta y la maduración de la corteza prefrontal en niños (Tamm et al., 2002), el argumento que los autores proponen es que este componente de inhibición ejecutiva es requerido para poder suprimir la perspectiva propia prepotente en favor de otra perspectiva y, así, permitir la flexibilidad cognitiva.

Conclusión
Decety y Sommerville concluyen que su argumento es que el hemisferio derecho juega un rol predominante en la forma en que [la representación de] el "sí mismo" es conectado con el "otro". De manera interesante, continúan los autores, las medidas de metabolismo cerebral en niños (desde los 18 días hasta los 12 años de edad) indican una predominancia hemisférica derecha (principalmente debido a la actividad neural en las áreas asociativas posteriores) sugiriendo que las funciones del hemisferio derecho se desarrollan más temprano que las del hemisferio izquierdo (Chiron, 1997). 

Dentro de la red del hemisferio derecho del "sí mismo"/"otros", argumentan Decety y Sommerville, la corteza parietal inferior juega un rol fundamental en la distinción entre el "sí mismo" y "otros" y la corteza prefrontal es integral para la coordinación y el contraste de las representaciones cognitivas del "sí mismo" y de "otros".


Imitación recíproca: los autores explican que se han implicado varias regiones clave en dos condiciones de imitación recíproca en comparación con dos condiciones control: el surco temporal superior, el lobulillo parietal inferior y la corteza prefrontal medial [vmPFC]. 
-->El lobulillo parietal inferior izquierdo se activó cuando los sujetos imitaron al otro, mientras que la región homóloga derecha se activó principalmente cuando los sujetos fueron imitados por el otro. 
-->El incremento de la respuesta hemodinámica se detectó también en la parte posterior del giro temporal superior en ambos hemisferios, una región conocida por estar implicada en la percepción visual de movimientos corporales socialmente relevantes. Esta parte de la corteza temporal es un componente importante en un circuito implicado en la cognición social, el cual recibe entradas de las corrientes visuales dorsal y ventral, la amígdala, la corteza orbitofrontal y las cortezas prefrontales a través de conexiones directas e indirectas (Adolphs, 2003).

Referencia:
Decety, J. & Sommerville, J.A. (2003). Shared representations between self and other: a social cognitive neuroscience view. TRENDS in Cognitive Science, 7 (12). pp. 527-533.


Comentario
Bien, ¡esta es nuestra segunda postal! Esperamos les haya gustado. Como nos mostraron Decety y Sommerville, existe evidencia importante que respalda su argumento de que el hemisferio derecho juega un papel crucial en la diferenciación "sí mismo"/"otros". En especial, las cortezas parietal inferior (distinción entre sí mismo y otros) y prefrontal (coordinación entre las representaciones cognitivas correspondientes al sí mismo y a otros). Ambas regiones hacen parte de esa gran red que nos permite diferenciar hasta dónde llega nuestro "yo" y dónde comienza el del otro, puesto que tales conceptos se basan en diferencias, pero al mismo tiempo en semejanzas. De manera interesante, los autores citan también evidencia del desarrollo, que muestra que la distinción entre el sí mismo y los otros es probable que se desarrolle temprano (en la infancia), ya que nos permitiría el entendimiento de nuestro propio comportamiento y el de los demás y, por ende, la adaptación y la supervivencia.

¡Súper interesante pensar en este tema! ¿No creen? Esta es una duda que uno siempre tiene y que es genial que se aborde desde la neurociencia. Según eso -y esperamos que ya lo hayan adivinado-, el "yo", o el sentido de agencia [ser los agentes que causan o producen acciones], ¡es sólo el producto del funcionamiento de una red cerebral! No es nihilismo, ni pesimismo, ni nada por el estilo, sólo un nuevo tipo de conciencia: la que consiste en darnos cuenta de que no tenemos un cerebro (porque no existe un "yo" fuera del cerebro), sino que somos algo que el cerebro ha creado. Ahí tenemos para pensar por un buen rato...Hasta pronto.


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