De la mundanidad de la excelencia, las pequeñas victorias y otros hábitos psicológicos

Ya habíamos compartido antes en Twitter acerca de esta pieza tan inspiradora, de lectura obligatoria. A pesar de que ha pasado cierto tiempo, nunca es demasiado tarde; así que aquí la traemos.

En este artículo, publicado en la revista Sociological Theory en el año 1989, Daniel F. Chambliss propone una teoría reveladora acerca de lo que es la excelencia y de cómo se llega a ella. Para dicho fin, el autor realiza un reporte etnográfico de nadadores olímpicos. Pero lejos de quedarse en la excelencia técnica o el valor para la natación, Chambliss acerca al lector al núcleo de la excelencia aplicada a cualquier ámbito del desarrollo humano. Veamos.

Tiempo de lectura: 12 minutos, 12 segundos

Chambliss comienza su artículo justificando que el estudio de la excelencia es particularmente plausible en los deportes olímpicos y, en especial, la natación competititva – más que en otros campos como la música, los negocios o la familia – ya que éstos tienen medallas o placas para el primer lugar, registran los tiempos de manera electrónica, tienen estadísticas y rankings públicos y tienen una estratificación clara de niveles y deportistas.

Estas características puntuales hacen que el éxito en la natación competitiva pueda definirse de manera específica. Con base en los intereses de nuestro blog, nos enfocaremos en los detalles transversales de su reporte.

Crédito: Nataliya Vaitkevich

¿Qué es y qué no es la excelencia?

El autor define la "excelencia" como la "superioridad consistente en el desempeño":

La superioridad se refiere a que un desempeño es "mejor" con respecto al desempeño de sus competidores.

La consistencia indica que la diferencia entre competidores no es simplemente producto del azar.

Y, finalmente, por esta definición, el desempeño siempre está involucrado, ya que se tiene en cuenta de manera relativa y no contra un criterio absoluto.

Chambliss sugiere desde el principio, ciertas características que no definen la excelencia en atletas olímpicos [Spoiler Alert (!): esto aplica para todos los seres humanos en cualquier campo].

En particular, la excelencia: (a) no es el producto de personalidades raras, (b) no resulta de cambios cuantitativos en el comportamiento y (c) no resulta de alguna cualidad interna especial del atleta ("talento", "don" o "habilidad natural", términos que mistifican los procesos mundanos de logro en los deportes).

Entonces, ¿de dónde proviene la excelencia o la superioridad consistente en el desempeño?

La excelencia requiere diferenciación cualitativa

Las mejoras cuantitativas consisten simplemente en hacer "más de lo mismo" (p. ej., que un atleta pase de practicar 2 horas a 4 horas diarias). En cambio, la cualidad es el carácter o naturaleza de algo.

Por eso, un cambio cualitativo implica cambiar lo que se hace, no sólo hacer más de eso. Las mejoras cualitativas consisten en hacer "cosas distintas" (p. ej., que un atleta cambie su alimentación, los tipos de competencia en los que participa, aprenda un estilo nuevo, etc.).

Como ejemplo de lo anterior, los niveles del deporte son cualitativamente diferentes y los campeones olímpicos hacen las cosas diferentes: su técnica, su grupo de amigos, la actitud de sus padres hacia el deporte, su preparación, el tipo de eventos al que se enfrentan, etc.

Crédito: Jim De Ramos

Tres dimensiones que enmarcan esta idea son: su técnica (estilos, velocidad, apariencia), su disciplina (estrictos con el entrenamiento, incluidos los horarios y el seguimiento de las reglas o el calentamiento y la alimentación) y su actitud (no ven los entrenamientos como algo desagradable o aburrido sino que lo disfrutan, se ponen metas altas y buscan las competencias difíciles).

Otro ejemplo que trae el autor a propósito de la diferenciación cualitativa es que la estratificación en el deporte es discreta, mas no continua. Esta característica implica que hay interrupciones o discontinuidades entre los niveles del deporte, así que los atletas no alcanzan los niveles más altos simplemente con el paso del tiempo o con trabajo extra.

Más bien, los atletas pueden alcanzar altos rangos a partir de saltos cualitativos: cambios notorios en su técnica, disciplina y actitud, dados, por ejemplo, a partir del cambio en el contexto (p. ej., un nuevo equipo, un nuevo entrenador, nuevos amigos, etc., en un nivel más alto).

En general, dice el autor, no es simplemente incrementando el número de horas diarias de trabajo que uno produce un cambio mayor de estatus si el tipo de trabajo que hacemos sigue siendo el mismo.
A veces le atribuimos el éxito al "trabajo duro" o al "talento", dice Chambliss, pero lo cierto es que cuando se miran los niveles más altos de cualquier dimensión humana, todos los miembros de esos niveles "trabajan duro" o "tienen talento".

La natación es en realidad varios mundos, cada uno con sus propios patrones de conducta. Dentro de la natación [o dentro de cualquier campo de actividad humano], algunos quieren medallas de oro, otros quieren ejercitarse, otros, divertirse, otros, disfrutar de estar afuera en el sol y agua. Así que cuál sea la meta o la cima dependerá del mundo en el que uno esté. Chambliss reconoce que cambiar mundos es un paso gigante hacia la excelencia, que existe una diferenciación horizontal en vez de vertical del deporte.

El porqué el "talento" no conduce a la excelencia

Foto de Katya Wolf 

Dice Chambliss que todos tendemos a creer que es el talento, el cual vemos como una sustancia detrás de la superficie de la realidad del desempeño, lo que finalmente distingue a los mejores atletas. Sin embargo, aclara él, el concepto de "talento" falla al mistificar a la excelencia, metiendo un conjunto de múltiples acciones concretas en un concepto único e indifirenciado. Por eso, intenta aclarar por qué el concepto de "talento" es inadecuado:

  • Otros factores aparte del "talento" explican el éxito de manera más precisa.

En el caso de la natación, se pueden apreciar claramente. Éstos son, por ejemplo, la ubicación geográfica (y su clima, para la presencia de piscinas); la situación económica de la familia (para la participación en eventos y el entrenamiento); la estatura, el peso o las proporciones del deportista; el entrenador; la estructura muscular heredada; los padres interesados en el deporte; el disfrute del deporte; la coordinación motriz, etc.

Por eso, dice Chambliss, meter todos estos factores así porque sí en un mismo saco llamado "talento" oscurece, mas no ilumina, las fuentes de la excelencia atlética.
Y esto es algo sencillo de hacer, especialmente si uno conoce del atleta cada cuatro años mientras ve los Juegos Olímpicos por televisión, como si la excelencia, la dedicación o la motivación de un campeón olímpico existieran de repente, todas de una vez.
  • El talento no se puede distinguir de sus efectos.

Como dice Chambliss, uno no puede ver que el talento existe sólo hasta después de que sus efectos se hacen aparentes. El talento tiende a descubrirse tarde en la carrera, lo cual implica que a pesar de que las habilidades del atleta estuvieron siempre presentes, todos los demás no nos dimos cuenta de ello hasta mucho después.

Pero tal vez lo que sucede es que vemos el éxito e inmediatamente inferimos la causa detrás del mismo, una causa para la cual no tenemos otra evidencia más que el éxito mismo. Aquí, nuevamente, puntualiza Chambliss, el talento (nombre dado a la causa) no se puede medir, ver o sentir de otra manera que el éxito mismo que supuestamente el talento produce.

En pocas palabras, el problema de la idea de un talento es que las causas y los efectos no se pueden separar las unas de los otros.

  • La "cantidad" de talento que se necesita para el éxito atlético parece ser sorprendentemente pequeña.

Si pensamos que el talento es la base del éxito y que es plausible que uno pueda nacer con una habilidad natural para tener éxito en los deportes, ¿cuál es el mínimo necesario de esta habilidad natural para afirmar que existe talento en alguien?

Contrario a la "habilidad natural", la mayoría de los campeones olímpicos – puntualiza Chambliss – parecen haber superado adversidades (como accidentes automovilísticos, esguinces o cirugías) en su camino al éxito; esto es lo que se observa al estudiar sus historias en detalle.

Tal vez, entonces, propone el autor, el factor crucial no es la habilidad natural (aunque cierto mínimo es, por supuesto, necesaria) sino la voluntad de querer superar los obstáculos, naturales o no, que se cruzan en nuestro camino – desde levantarse para ir a trabajar hasta accidentes o dificultades físicas severas.

La noción de "talento", en definitiva, codifica una resistencia psicológica profunda a la realidad simple del mundo: a la sobrecogedora mundanidad de la excelencia.

La mundanidad de la excelencia

Mary T. Meagher, 1984.
Fuente: Wikimedia Commons

"La gente no sabe lo ordinario que es el éxito", dijo Mary T. Meaguer, ganadora de 3 medallas de oro en los Olímpicos de Los Ángeles, cuando le preguntaron qué era lo que el público menos entendía de su deporte – dice Chambliss. Su camino a la cima, según ella misma, consistió en competencias más y más rápidas, en el aprendizaje de nuevas técnicas, la práctica de nuevos hábitos y el establecimiento de nuevos retos, entre otras cosas. Esto aplica para muchos campos.

La excelencia es mundana

¿Cuál es la clave del éxito? Realmente es la confluencia de docenas de pequeñas habilidades o actividades, cada una aprendida o adquirida sin querer, que han sido cuidadosamente incorporadas en hábitos y son luego acomodadas todas juntas en un todo. No hay nada extraordinario o superhumano en ellas; simplemente se hacen de manera consistente y correcta.

En una frase, sintetiza Chambliss: las "pequeñas cosas" sí cuentan. Es más, no sólo es que las pequeñas cosas sean importantes, sino que parece que son lo único que cuenta – puestas juntas producen la excelencia.

Cuando Mary T. Meagher tenía 13 años y había clasificado al campeonato nacional, ella inmediatamente hizo dos cambios cualitativos en su rutina: comenzó a llegar puntual a todas las prácticas (ésto, dice ella, le dio la disciplina, la sensación de que cada minuto de práctica era importante) y comenzó a hacer todos los giros de manera correcta durante las prácticas, estrictamente de acuerdo con las reglas de la competencia. ¿Y en otros ámbitos?

La excelencia es mundana.
Hacer esa llamada difícil del trabajo puede marcar la diferencia
y encaminarnos hacia la excelencia.
Foto de Ron Lach en Pexels

Por ejemplo, invertir 10 minutos cada año para enviar una tarjeta de navidad puede mantener una amistad; que el o la gerente de una empresa camine por la planta y hable con sus empleados de vez en cuando para mantener arriba el espíritu de los trabajadores; la simple voluntad de poner en papel los argumentos o ideas y mandarlos a una revista puede distinguir a un académico en los niveles incipientes...

La motivación también es mundana

Si la realidad del día a día en la natación es divertida, se disfruta, trae retos, si el agua se siente agradable y si los amigos brindan apoyo, las grandes metas a largo plazo pueden alcanzarse casi a pesar de sí mismas.

Muchos de los nadadores en preparación para los Juegos Olímpicos que Chambliss entrevistó coincidieron en que dividían su trabajo de preparación en pequeños pasos que se volvían metas alcanzables. Los verdaderos retos eran en realidad cosas pequeñas: un mejor comienzo de semana, mejores hábitos de sueño, planear cómo ajustar su técnica, pulir su técnica de espalda la próxima semana, etc.

Ellos se concentraban en lo que Karl Weick ha llamado "pequeñas victorias", dice Chambliss; es decir, logros definibles y menores que se pueden alcanzar fácilmente pero que producen efectos sustanciales.

En el camino a la excelencia, mantener la mundanidad es el reto psicológico clave

Los mejores atletas de los Juegos Olímpicos los toman como una situación normal y manejable ("Es simplemente otro encuentro de natación", dicen los nadadores en la cima), a pesar de que aparentemente el reto a simple vista es enorme y la situación parece la más inusual para quienes estamos por fuera.

El secreto está en hacer lo que sea necesario para manejar esa situación; por ejemplo, los rituales normales que uno sigue (calentamiento, preparación mental, visualización de la carrera, etc.), tratar de incorporar los hábitos diarios en la situación nueva, para hacerla lo más normal posible. Por eso, en el caso de los atletas, la tarea es hacer el entrenamiento lo más cercano y aproximado posible a las condiciones de la competencia.

Conclusiones

Chambliss sintetiza las ideas presentadas anteriormente de la siguiente manera:

  • La excelencia es un fenómeno cualitativo: Hacer más de algo no es lo mismo que hacerlo mejor. Los atletas (y las personas, en general) exitosos se enfocan en mejoras cualitativas, no cuantitativas.
  • El talento es un concepto inútil: las concepciones sobre las habilidades "naturales" como el talento tienden a mistificar la excelencia, tratándola como una posesión inherente de unos pocos y a enmascarar las acciones concretas que crean el desempeño sobresaliente; ahorran el trabajo de análisis y explicaciones lógicas. Tales concepciones perpetúan la sensación de que existen diferencias psicológicas "innatas" entre las personas con éxito y el resto.
  • La excelencia es mundana: la excelencia se alcanza a través de hacer cosas ordinarias de manera consistente y cuidadosa, convertidas en hábito: Mary T. Meagher llegaba puntual a sus entrenamientos, algunos escritores trabajan siempre durante tres horas cada mañana antes de comenzar cualquier otra actividad, un vendedor puede hacer esa llamada complicada, un candidato a un trabajo puede escribir una carta de más, un corredor decide competir en una carrera a pesar de las pocas probabilidades de ganar, un actor va a una audición más, o un adolescente se decide a declararse.
¿En dónde está el secreto?
Sintetiza Chambliss: cada vez que el punto de decisión aparece, se toma aquella decisión cualitativamente "correcta"; la acción en sí misma no es lo especial, sino el cuidado y consistencia con que se haga.

Foto de Andrea Piacquadio 
Para terminar, cuando el autor le mostró a un colega esta etnografía, éste le dijo: "Tienes que darle vida; tienes que hacer que esta gente parezca más interesante. El análisis está bien, pero excepto por el hecho de que ellos son buenos nadadores, no hay nada más emocionante qué decir acerca de ellos como personas". Dice Chambliss que su colega tenía razón: lo que estos nadadores hacían, que eran cosas específicas que uno hace para nadar rápido, era todo simplemente mundano.


Referencia originalChambliss, D. F. (1989). The mundanity of excellence: An ethnographic report on stratification and Olympic swimmers. Sociological theory, 7(1), 70-86.

Comentario

Esperamos que el resumen de este artículo haya logrado animarte a ver la excelencia como algo real, como algo posible, como algo mundano.

Es verdad. Bien sea porque nos lo enseñan a una edad muy temprana o porque nosotros mismos nos lo ponemos como excusa, a veces caemos en la falacia de creer que la excelencia y el éxito vienen estampados en algunos cuantos desde el nacimiento.

Pero, como lo demuestran numerosos ejemplos tomados de la natación y como se expuso en el artículo que acabamos de leer, ¡no es así!

Simplemente con tareas pequeñas, con retos específicos y con cambios cualitativos y constantes, todo lo cual volvamos hábito, podremos alcanzar esa meta grande, ese sueño que creíamos reservado para esos pocos talentosos o privilegiados.

Así que, desde ahora, ¡a celebrar nuestras pequeñas victorias! Las mundanas, las de los pequeños retos del día a día.

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