Eres "muy grande" para esos zapatos

¿Alguna vez has tratado de ponerte los zapatos de una muñeca frente a un niño o niña y te ha corregido porque "eres muy grande para esos zapatos"? No creas que es un razonamiento muy simple, pues aproximadamente entre los 20,5 y los 24 meses de edad, los niños cometen el peculiar error de intentar ponerse zapatos de muñeca o meterse en un carrito de juguete o sentarse en una sillita para muñecos...sin éxito, por supuesto, aun notando la diferencia de tamaño entre ambos*. Interesante, ¿no? Pues, precisamente, Judy S. DeLoache, David H. Uttal y Karl S. Rosengren publicaron, en 2004, un estudio en donde reportaron -por primera vez de manera sistemática- este fenómeno en los niños pequeños, al cual denominaron los errores de escala. Veamos de qué trató y qué concluyeron estos autores.

Introducción y objetivo
La relación entre la experiencia visual y la acción es un problema clásico y fundamental en psicología y neurociencia.

Aquí, DeLoache et al. reportan un nuevo fenómeno, el de las dramáticas fallas  de niños muy pequeños para usar información visual acerca del tamaño cuando interactúan con clases familiares de objetos: los errores de escala. Ejemplos incluyen que los niños, seriamente, tratan de sentarse en sillas para muñecos, tratan de meterse dentro de carros de juguete y tratan de ponerse zapatos de muñeca en sus propios pies.

Método
DeLoache et al. permitieron que 54 niños de 18 a 30 meses jugaran con una serie de objetos grandes, seguido de una exposición a réplicas en miniatura, idénticas a los objetos grandes, menos en el tamaño, ya que estos investigadores asumieron que la experiencia reciente con los objetos grandes y la muy alta similitud entre los grandes y los pequeños incrementaría la probabilidad de que ocurrieran los errores de escala.

Cada niño fue observado en un cuarto de juego en el laboratorio, que contenía tres objetos grandes para jugar: un deslizadero para interiores sobre el que se podían montar y deslizar los niños, una silla del tamaño de los niños sobre la cual se podían sentar y un carro de juguete en el que se podían meter y andar alrededor del cuarto propulsándose con sus pies. En el cuarto también había otros elementos de juego (como una muñeca con sus accesorios, libros, etc.). 

A los niños se les permitió jugar -naturalmente- con todo lo que quisieran, excepto que el experimentador se aseguraba de que los niños interactuaran al menos dos veces con cada uno de los tres objetos grandes. Después, se retiraba al niño del cuarto y los objetos grandes eran reemplazados con las respectivas réplicas en miniatura, después de lo cual el niño regresaba al cuarto a jugar otra vez. Si el niño o la niña no interactuaban espontáneamente con los objetos réplica, el experimentador hacía dirigir la atención del niño hacia los objetos sin comentar sobre su tamaño.

Resultados
En los vídeos de los niños en el salón de juegos, los errores de escala fueron contados como instancias en las cuales los niños intentaban realizar alguna acción -o todas las mismas acciones- que habían realizado antes con los objetos grandes (sentarse en la silla en miniatura, tratar de bajar por la rampa del deslizadero o resbalador, o tratar de meter un pie dentro del carro), pero esta vez con con el objeto en miniatura. Cada instancia tenía que ser juzgada como un esfuerzo serio (no "de mentiritas" o "jugando") de realizar la acción para poder ser contada como un verdadero error de escala (ver ejemplo uno, dos, tres y cuatro).

Se identificaron 40 errores de escala, que cometieron 25 de los 54 niños, dando un promedio de 0,74 errores de escala por niño. Catorce de los errores de escala (35%) ocurrieron completamente de manera espontánea.

DeLoache et al. también encontraron que la incidencia de los errores de escala era una función de "U" invertida de la edad entre 18 a 20 meses (ver Figura).

Figura. Incidencia de los errores de escala en función de la edad (15-20 meses, n = 18; 20,5 a 24 meses, n = 19; 24,5 a 30 meses, n = 17).
Copyright 2004 by the American Association for the Advancement of Science; all rights reserved.

El número de errores difirió significativamente por edad (p < 0,02), con un pico alrededor de los dos años.

Adicionalmente, se codificaron instancias de juego convencional imaginario con los juguetes, las cuales pueden distinguirse empírica y conceptualmente de aquellas de los errores de escala.

De manera importante, DeLoache et al. explican que en un estudio control independiente pudieron establecer que los errores de escala no reflejaban ni una incapacidad general para hacer juicios apropiados acerca del tamaño, ni una simple preferencia por interactuar con objetos en miniatura. A cada niño de un nuevo grupo de 8, entre los 19 y los 28 meses de edad, se le presentaron simultáneamente parejas conformadas por el objeto pequeño y el objeto grande y se le pidió realizar la acción correspondiente (p. ej., "ven y siéntate en la silla", "deslízate por el deslizadero", "maneja el carro por aquí", etc.). Los niños fueron capaces de discriminar entre los dos objetos, al escoger siempre al objeto grande; o sea, los niños escogían al objeto con el cual era realmente posible desempeñar la acción requerida.

DeLoache et al. añaden que en todos los errores de escala que observaron, los niños intentaban llevar a cabo la misma acción general que habían hecho con el elemento más grande (meterse al carro, sentarse en la silla), pero sus movimientos eran, de hecho, ajustados al tamaño [¡!] del objeto en miniatura.

Discusión
DeLoache et al. proponen, entonces, que los errores de escala implican, en los niños pequeños, una disociación en el uso de la información visual para planear versus para controlar sus acciones, así como una falla en el control inhibitorio. Cada vez que un niño encuentra una réplica de un objeto de una categoría altamente familiar, la información visual de la réplica -su forma, color, textura, etc.- activa la representación que el niño tiene de la categoría de objetos grandes a la que la réplica pertenece. En la representación que se activa, también estaría incluido el programa motor para la interacción con el objeto de gran tamaño (p. ej., los comportamientos motores asociados con el sentarse en la silla).

Agregan DeLoache et al. que lo que sucede normalmente es que el registro visual del tamaño miniatura de la réplica da lugar a la inhibición de la rutina motora activada asociada con los objetos grandes. En lugar de cometer el error de escala, el niño se comporta apropiadamente, bien sea ignorando la réplica  o bien jugando con ella -utilizándola como juguete-. Sin embargo, ocasionalmente, la información de tamaño disponible no sirve para inhibir la representación motora activada y el niño se forma un plan de acción basado en el objeto original o en la categoría general de objetos (p. ej., el niño decide sentarse en la silla). Una vez se inicia el plan, sin embargo, la información visual acerca del tamaño real del objeto réplica se usa para calibrar los movimientos dirigidos hacia éste. Así, el niño realiza acciones ajustadas sobre el objeto miniatura basado en su representación visual actual de ese objeto particular, pero el plan motor que induce tales acciones está basado en la representación del niño de un objeto distinto, uno más grande.

La naturaleza de los errores de escala sugiere que provienen del funcionamiento cortical inmaduro en niños con desarrollo normal. Por un lado, estos errores claramente implican una falla en el control inhibitorio, ya que una acción apropiada para un objeto es inapropiadamente dirigida hacia otro objeto. Por el otro, ya que los errores de escala implican más que la repetición de una acción prepotente, la disociación entre el uso de información visual para planificar o para controlar sugiere la relevancia de las teorías del proceso dual del procesamiento visual (p. ej.).

Una de las teorías más influyentes del procesamiento visual (Milner & Goodale, 1995) propone la existencia de dos sistemas visuales neural y funcionalmente distintos que subyacen a la percepción y a la acción: una corriente ventral de proyecciones desde la corteza visual primaria hacia la corteza inferotemporal, implicada en la identificación de objetos y en la formación de planes de acción, y una corriente dorsal de proyecciones desde la corteza parietal posterior, que provee el control, en tiempo real, de los movimientos requeridos para ejecutar esos planes. 

En relación con dicha teoría, DeLoache et al. proponen que los errores de escala que los niños pequeños cometen pueden reflejar la inmadurez en la interacción de las corrientes dorsal y ventral, manifestada en "rompimientos" ocasionales de la integración de la información visual procesada por los dos sistemas. Un error de escala ocurre cuando la información acerca de la identidad de un objeto procesado por el sistema ventral no está integrado con la información acerca de su tamaño, procesado por el sistema dorsal.

Conclusión
Según los investigadores, estos errores de escala indican que la integración usual de la percepción y de la acción algunas veces se interrumpe en niños con desarrollo normal y proponen que los errores de escala reflejan una combinación de la inmadurez del control inhibitorio y de la integración de la información visual, procesada por dos sistemas neural y funcionalmente distintos.

*Hay un vídeo muy bonito e ilustrativo en YouTube. Está en inglés, pero la parte visual es muy clara, con lo que podremos tener una mejor idea de qué se trata el fenómeno y el estudio. Ver vídeo.

Referencia:
DeLoache, J.S., Uttal, D.H., & Rosengren, K.S. (2004). Scale Errors Offer Evidence for a Perception-Action Dissociation Early in Life. Science, 304. pp. 1027-1029.


Comentario
Bien, esta fue la presentación del artículo de hoy. ¡Genial! ¿Verdad? Esperamos les haya gustado tanto como a nosotros, la sencillez, pero fina observación, de este estudio. Como vimos, los investigadores nos mostraron un fenómeno cotidiano que dura relativamente poco (alrededor de 4 meses, previos a los dos años de edad) y que refleja, posiblemente, la maduración de las vías del procesamiento de la percepción visual en el cerebro -además de las de control motor-. Simple. Llano. Con acciones que nos producen risa o ternura, los niños están mostrando constantemente cómo su cerebro se va organizando mejor para adaptarse al mundo que ya están activamente explorando.

Aunque DeLoache et al. proponen una explicación bastante coherente para este fenómeno de errores de escala, aún falta la verificación funcional -en el cerebro- de la misma. Nada sencillo, por supuesto. Sin embargo, al menos ahora tenemos evidencia de, por un lado, cómo el cerebro del niño lucha día a día para entender el mundo que le rodea y, por otro lado, la rapidez del desarrollo cerebral y cognitivo del niño en cuanto a la integración de la percepción y la acción.

Para terminar, no puede uno evitar preguntarse si este error también se da al contrario; es decir, si al tener contacto con objetos en miniatura primero (p. ej. figuras geométricas pequeñas que puede insertar en un recipiente o un libro pequeño que puedan meter en un bolsillo, etc.), los niños intentarán hacer lo mismo con los mismos objetos, pero algo más grandes. ¿Cómo sería? Por ahora, podemos intentarlo si tenemos niños cerca a nosotros y ver qué pasa...


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