Si Jennifer se llamara John, entonces sería más competente: sesgo imperceptible en contra de estudiantes mujeres

En 2012 (primero online) Corinne A. Moss-Racusin, John F. Dovidio, Victoria L. Brescoll, Mark J. Graham y Jo Handelsman publicaron un interesante estudio sobre discriminación o sesgos de género sutiles que favorecen a los estudiantes hombres. Este excelente trabajo pone de manifiesto el hecho de que aun en la ciencia y en las personas más educadas de la sociedad se "cuelan" de manera sutil, perspectivas sexistas o de discriminación de género. ¿Qué tan fuerte es este efecto? Veamos.

Introducción
Algunos académicos han afirmado que la discriminación de género no existe ni contribuye a la disparidad de género dentro del campo académico y científico. Sin embargo, aún no se ha llevado a cabo investigación experimental que evalúe la presencia y magnitud de la discriminación de género en las ciencias físicas y biológicas. 

Por eso, el presente experimento de Moss-Racusin et al. estudió si, dados un estudiante (hombre) y una estudiante (mujer) igualmente calificados para un trabajo de laboratorio, los docentes de ciencias mostrarían una evaluación y tratamiento preferentes por el -que por la- estudiante.

Objetivo
Moss-Racusin et al. se propusieron con este estudio evaluar las diferencias en la percepción y tratamiento de los profesores universitarios hacia mujeres y hombres igualmente calificados que pretendían continuar carreras en ciencia. 

Para tal fin, Moss-Racusin et al. se enfocaron en la "contratación para un puesto de jefe de laboratorio" como la variable dependiente primaria. Como variables secundarias relacionadas con la contratación, los investigadores evaluaron: (i) percepción de la competencia (capacidad) del estudiante, (ii) oferta salarial y (iii) el grado en el cual el estudiante era "merecedor" de supervisión.

Método
En este estudio participaron 127 profesores universitarios de departamentos de Biología, Química y Física de tres universidades públicas y tres privadas de Estados Unidos. A los participantes (profesores) se les pidió dar su retroalimentación sobre los documentos de aplicación de un (supuesto) estudiante de pregrado en ciencias, quien tenía la intención de hacer un posgrado, pero antes (supuestamente) estaba aplicando para un puesto de jefe de laboratorio en ciencias. Los participantes creían que de verdad estaban evaluando a un estudiante real, quien después recibiría la retroalimentación que estos profesores (participantes) dieran.

La aplicación fue diseñada de tal manera que reflejara una competencia (o capacidad) del estudiante alta pero ambigua, para permitir la variabilidad en las respuestas de los participantes [p. ej., el supuesto estudiante mostraba en su hoja de vida experiencia en investigación y un artículo publicado, pero no tenía un promedio académico alto y se había retirado del estudio por un año]. 

Los documentos de la aplicación (p. ej., hoja de vida, carta de motivación, notas, cartas de referencia, etc.) fueron atribuidos a un estudiante hombre (John; distribuido aleatoriamente a n = 63) o a una estudiante mujer (Jennifer; n = 64). Toda la información de la aplicación se mantuvo constante; la única diferencia estuvo en los nombres

A través de escalas validadas, los participantes calificaron la competencia (capacidad) del estudiante y la probabilidad de que ellos mismos contrataran a ese (o esa) estudiante; también se les pidió que seleccionaran un salario anual inicial para el estudiante, que indicaran cuánto supervisarían a ese estudiante y que completaran la "Escala moderna de sexismo" (sobre tendencias implícitas de discriminación de género).

Resultados
Los profesores tendieron a ver a la estudiante (mujer) como menos competente y con menor posibilidad de contratación que al estudiante (hombre) idéntico [recordemos que lo único que cambiaba en el material de aplicación era el nombre (femenino o masculino)]. Los profesores también reportaron ofrecerle menos supervisión a la estudiante que al estudiante y el salario inicial ofrecido a la estudiante (USD 26.507,94) fue significativamente más bajo que el ofrecido al estudiante (USD 30.238,10). 

De manera interesante, afirman Moss-Racusin et al., el género de los profesores no afectó el sesgo: la evaluación de las profesoras no difirió significativamente de la de los profesores. El campo científico, la edad o la antigüedad en la facultad tampoco tuvo efecto sobre la evaluación de los estudiantes.

En otros análisis (de mediación y moderación), Moss-Racusin et al. encontraron que la estudiante resultó tener menor probabilidad de ser contratada que su homólogo masculino debido a que ella fue percibida, en general, como menos competente -según lo determinaron con un índice compuesto de todas las escalas (ver artículo original para más detalles)-. 

Adicionalmente, los resultados de los análisis de regresión múltiple indicaron que a mayor sesgo sutil preexistente contra las mujeres, menor percepción de competencia, "contratabilidad" y deseo de supervisar a la estudiante, que al estudiante.

En otra escala en la que los investigadores midieron qué tanto "eran gustados" los estudiantes, encontraron que los profesores reportaban que les gustaba más la estudiante que el estudiante. Según los autores, estos hallazgos resaltan el hecho de que los profesores participantes no presentaban hostilidad o disgusto directo hacia las estudiantes (mujeres), sino que eran en cambio afectados por estereotipos generales de género que les hacían, sin intención, degradar la competencia, posibilidad de contratación, salario y supervisión de "Jennifer" en comparación con "John".

Discusión
De acuerdo con Moss-Racusin et al., este estudio provee evidencia experimental única de que los profesores universitarios de ciencia de ambos sexos muestran un sesgo en contra de estudiantes mujeres de pregrado. Según los resultados, tanto profesores como profesoras evaluaron a una estudiante (mujer), "Jennifer", como menos competente, menos valiosa de ser contratada y con un ofrecimiento de salario menor, que un estudiante idéntico (hombre), "John".

Según Moss-Racusin et al., sus resultados sugieren que el sesgo sutil de género se debería tener en cuenta explícitamente, ya que podría traducirse en desventajas gigantes en el juicio y tratamiento de las estudiantes de ciencias.

En general, explican los autores, sus hallazgos mostraron que "Jennifer" tuvo menor probabilidad de ser contratada debido a que fue percibida como menos competente, en comparación con John. Adicionalmente, los resultados también mostraron que el sesgo imperceptible existente de los participantes contra las mujeres, "rebajó" la percepción sobre ellas y el trato que se les dio; lo que sugiere que sesgos crónicos en la vida real pueden ser "peligrosos" para las mujeres que trabajan en ciencia.

Los investigadores señalan como notable que las profesoras (mujeres) tuvieran la misma probabilidad que sus colegas hombres de favorecer a "John".

Finalmente, los investigadores recomiendan, entre otras cosas, que la investigación futura evalúe la eficacia de educar tanto a profesores como a estudiantes universitarios sobre la existencia y el impacto del sesgo de género en la academia, ya que educar a la comunidad académica ha tenido impacto en otro tipo de discriminación: ha reducido el sesgo racial entre estudiantes.

Moss-Racusin, C.A., Dovidio, J.F., Brescoll, V.L., Graham, M.J., & Handelsman, J. (2012 online). Science faculty's subtle gender biases favor male students. PNAS Early Edition.

Comentario
Bien, esta fue la presentación de nuestro artículo de hoy. ¿Qué les pareció? A mí me encantó. ¡Impresionante! Yo jamás lo hubiera esperado, pues yo era de las que consideraba a la ciencia inmune a la discriminación de género. Aún me parece increíble la claridad y contundencia de estos resultados. Eso, aun sin contar la pureza y coherencia metodológica de este estudio. 

Creo que este artículo debería ser ampliamente divulgado, puesto que ofrece evidencia que atañe a todos los campos de la ciencia, sin excepción. Más aún, puesto que pone de manifiesto que la discriminación de género es un fenómeno cultural, arraigado en todos nosotros y todas nosotras. Algo hay que hacer y la respuesta está en hacerlo un problema al cual hay que dar solución.

Como la "Jennifer" de este artículo, yo misma a veces me pongo a buscar opciones de doctorado y, por ejemplo, me encanta ver que en Alemania -específicamente en algunos institutos "Max Planck"- dice explícitamente que dan prelación a aspirantes mujeres. Pues sí, esa es la salida: si existe un sesgo implícito en contra de las mujeres, pues entonces hagamos explícito un sesgo a favor de las mujeres.

Espero que el mensaje haya quedado muy claro. Si pueden, léanse el artículo original y compártanlo con todas y todos sus colegas, porque los resultados son bastante claros y precisos; no necesitan interpretación. Por cierto, quienes quizás se estén preguntando si esto se da en la psicología, en donde la cantidad de mujeres sobrepasa a la de hombres, sí, se da también. Los autores citan un estudio al respecto (Steinpreis et al.).


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