Tres aspectos sobre la inteligencia artificial
¡Hola! Hoy no me encuentro muy bien de salud (tampoco es nada grave), así que no podré cumplir con la presentación de artículos científicos, pero como tampoco quiero que perdamos contacto, aquí presento una pequeña discusión de mi autoría sobre la inteligencia artificial en la vida humana. Este es un texto de 2010, editado hoy mismo. Espero sea de su agrado y utilidad. No es propiamente un ensayo ni un escrito profundo -adolece de muchas características de un escrito serio-, sino, digamos, una discusión superficial en torno de un tema.
PD: Pido excusas de antemano por mi mente retorcida, pero ojalá que a ningún estudiante perezoso se le ocurra copiarlo para presentar como trabajo (casos se han visto, no es nada personal). No tanto por mí -si así fuera, no lo publicaría acá-, sino por él mismo y por el bien de su aprendizaje y la sociedad.
Introducción
La Inteligencia Artificial (IA) es una rama de las ciencias de la computación dedicada al desarrollo
de agentes racionales no vivos (Wikipedia, 2010). Una de las metas
principales de la IA es la de construir sistemas de software que ejecuten tareas complejas a través de la producción de
respuestas inteligentes, es decir, sistemas inteligentes que actúen y razonen como humanos en un dominio
específico (Martínez-Miranda y Aldea, 2005).
Alrededor de la IA
se han tejido numerosas ideas, conceptos e historias que hacen pensar que esta
algún día reemplazará a los seres humanos en una gran cantidad de actividades. Por eso, por medio de este escrito se examinará con detenimiento el concepto de Inteligencia Artificial específicamente en
relación con tres aspectos: el ingenio natural, las emociones y la comprensión de un proceso mental.
El ingenio "natural"
En principio, es importante
preguntarse si podrían existir sistemas inteligentes aparte de los
seres vivos. Esto nos lleva a la pregunta ineludible acerca de qué es la
inteligencia. Puelles et al., la
definen como una característica que le permite a una persona aportar soluciones a los
problemas –lo cual no excluye a otras especies-. Incluso, una persona es más inteligente si las soluciones que da parecen nuevas o sorprendentes por ser inesperadas. Ellos añaden también la facultad de identificar la existencia de problemas
que no son obvios.
El caso del ser humano es especial en lo que a inteligencia se refiere, puesto que, además de todos sus instintos,
posee una búsqueda constante de conocimiento, una especie de instinto del conocimiento, como lo llama
Perlovsky (2006). Perlovsky explica que el conocimiento es un proceso
constante de adaptación y aprendizaje, y que, por eso, el ser humano tiene una
necesidad innata, un impulso natural, un instinto de mejorar el aprendizaje. ¿Podrá
pasar esto con las máquinas?
Las "máquinas" o sistemas de IA han superado a los seres humanos en el desempeño de
numerosas tareas, principalmente aquellas que requieren agilidad, precisión
manual o rapidez en el tiempo de reacción. Para eso fueron
programados. Sin embargo, la única forma en que las máquinas desarrollen un "impulso de mejoramiento del aprendizaje", es que se les programe para eso. De todas formas, ese impulso no tendría la forma de una necesidad de mejorar el aprendizaje.
Puelles et al. recuerda que, por el
momento, la IA no ha llegado más allá de la réplica, bien de lo que el cerebro
humano puede hacer sin “esfuerzo” alguno, bien de tareas cuantitativas pero no
cualitativamente complejas. Además, sostiene que aún hoy no es plausible un
sistema artificial que emule la complejidad de la mente humana y que esto no
plantea que no pueda conseguirse, ni que así tenga que suceder. Probablemente,
si la IA lograra reemplazar el ingenio que la naturaleza ha puesto a lo largo de
millones de años en los seres vivos, sería porque la misma naturaleza así lo haya permitido.
¿Cómo? A través del cerebro humano que fue obra de la naturaleza misma. En
cualquier caso, cualitativamente no podrá ser lo mismo, aunque
cuantitativamente la superioridad de los sistemas de IA sea evidente.
La experiencia emocional
Otro punto importante
en la discusión de si la IA podría reemplazar al ser humano -u otros seres
vivos- en sus actividades, es el de la experiencia emocional. Este es un
aspecto espinoso, puesto que tradicionalmente se ha afirmado que la emoción no
hace parte de la inteligencia, que son opuestas. Incluso, históricamente, los
seres sabios o iluminados se han caracterizado por estar “desprovistos” de
emociones, al menos de expresiones emocionales. Sin embargo, hoy en día se reconoce
el papel que juega la emoción en la inteligencia.
Implementar el reconocimiento y la expresión emocional en
sistemas o agentes no vivos de inteligencia o sistemas de IA no parece ser muy sencillo. Sin embargo, hay
quienes cuestionan la necesidad real de programar la experiencia emocional en
los sistemas de IA; aunque al mismo tiempo son conscientes de que la necesidad
es relativa a la función. Por ejemplo, Martínez-Miranda y Aldea (2005)
consideran que depende del tipo de problema al que el sistema se esté
enfrentando. Ellos indican que si las emociones como la ansiedad, el temor y el
estrés son incorporadas a sistemas inteligentes que trabajan en tareas críticas
y complejas (e.g., control de tráfico aéreo, diagnóstico de fallas en una
planta de energía eléctrica), el resultado podría ser desastroso. En cambio, si tales emociones se incluyen en sistemas que busquen simular el
comportamiento humano en ciertas circunstancias (e.g., interfaces
humano-computador, educación, entrenamiento, etc.), el sistema será más amigable
al usuario y sus respuestas serán más similares al comportamiento humano.
Las aplicaciones de dotar a las
máquinas de emociones pueden ser variadas e interesantes: la realidad virtual,
la asistencia de pacientes, los video-juegos, etc. De hecho, Bosse et al. (2010)
mencionan que en la industria del juego hay mucho interés en las maneras de
hacer que los caracteres del juego se comporten emocionalmente como los
humanos. Sin embargo, tras ese interés llegan consecuencias "no
programadas" en el campo social, tales como que las personas cambien por completo la realidad física por la realidad virtual sin ser capaces de reconocer los límites o viviendo por completo en un mundo de fantasía.
Paradójicamente, aunque las
emociones en las máquinas podrían alejar al ser humano de su realidad social en
un entorno físico, también podrían llegar a ser la base del mejoramiento del
mismo. Por ejemplo, si se utiliza para el tratamiento de pacientes con fobia
social o fobias específicas o para acompañar a personas con una discapacidad
física o mental particular. Para eso, afirma Dautenhahn (1995), hay un gran
reto para el desarrollo de los sistemas inteligentes, pues requerirían poder
establecer relaciones individuales
con los humanos. Para tal fin, no sería suficiente almacenar información acerca de
la apariencia externa, el comportamiento o las metas y creencias de la
interacción con el otro, sino también se necesitaría desarrollar habilidades sociales, las cuales están
estrechamente relacionadas con los sentimientos individuales, la implicación
emocional y la empatía. Entonces, la programación se torna más compleja.
Parece lógico pensar que, para el verdadero desarrollo de una experiencia emocional en los sistemas
de IA, se necesitaría conocer y entender realmente cómo "funcionan" las emociones. Esta idea aplicaría también para cualquier otro proceso. Caminar, hablar, sonreír o saltar son actividades que parecen sencillas, pero si se piensa en cuánto ha tenido que transcurrir -tanto en
tiempo como en recursos biológicos- para que los seres vivos realicen alguna de
esas actividades, se entiende que replicarlas en materiales inertes a los que
se les dará un atisbo de vida no es cosa sencilla.
La comprensión de un proceso mental
Teniendo en cuenta todo lo dicho anteriormente,
el reto que se plantea la IA es el de entender la mente o, al menos, poder replicarla. Por ejemplo, Perlovsky (2006) señala que los fundadores de la
IA en 1950 y 1960 creían que por confiar en las reglas de
la lógica desarrollarían pronto computadores con inteligencia que excederían en
mucho a la mente humana. Tal idea de los fundadores de la IA se logra
comprender desde el punto de vista histórico, pues por largo tiempo se ha pensado que la inteligencia es equivalente a entendimiento o
razonamiento conceptual. En otras palabras, que la inteligencia y los procesos mentales en general, siguen las leyes de la lógica.
Sin embargo, también podría pasar, no que el entendimiento de la mente
dé paso a invenciones maravillosas en IA, sino que las creaciones de
sistemas de IA permitan una
comprensión –o, cuando menos, una descripción completa- del funcionamiento
cerebral que produce lo que se conoce como mente. De cualquier forma, la IA podría ser la "prueba de fuego" para las teorías sobre el funcionamiento de los procesos mentales.
Punto final
Finalmente, queda por decir que el
desarrollo de la IA plantea numerosos dilemas: cuestiona al ser humano en sus
capacidades “exclusivas”, invita a reflexionar acerca del desarrollo social y
cultural ulterior y además confronta con la ética, al tratarse de la creación de seres que se
parecen a los humanos en todos los aspectos, incluso los más perversos de
su naturaleza.
Para concluir, aunque la IA
no reemplace cualitativamente el ingenio natural, ni logre experimentar
emociones genuinamente, al ser susceptible de reflejar la comprensión real del funcionamiento de la
mente humana pondrá en jaque a la ciencia y la ética, pues es un juego en el que se replicará todo, incluso las desgracias humanas.
REFERENCIAS
BOSSE, T., PONTIER, M. y TREUR, J. (2010). A computational model based on
Gross’ emotion regulation theory. Cognitive Systems Research, 11 (211–230).
DAUTENHAHN, K. (1995). Getting to
know each other
Artificial social intelligence
for autonomous robots. Robotics
and Autonomous Systems, 16 (333-356).
MARTÍNEZ-MIRANDA, J. y ALDEA, A. (2005). Emotions in human and artificial intelligence. Computers in Human Behavior, 21 (323–341).
PERLOVSKY, L. (2006). Toward physics
of the mind: Concepts, emotions, consciousness, and symbols. Physics of Life
Reviews, 3 (23–55).
PUELLES, L., SÁNCHEZ CÁNOVAS, J. y ALBERTOS, P.
Inteligencia Artificial e Inteligencia Humana. Sociedad Económica de Amigos del
País. (Extraído el 16 de Noviembre de 2010 de: http://www.uv.es/rseapv
a través de www.google.com con la búsqueda
“Inteligencia Artificial e Inteligencia Humana").
“INTELIGENCIA ARTIFICIAL” recuperado
en: http://es.wikipedia.org/wiki/Inteligencia_artificial. Consultado el miércoles 17 de Noviembre de 2010.
Imaginando leyes:
ResponderEliminarhttp://la-estanteria.webnode.es/news/inteligencia-artificial-consciente/
Un saludo.
¡Está genial, José Luis! Lo único que se ve difícil es lo del año 2037: Quizás hasta se logra reproducir artificialmente, por "serendipia", la conciencia humana, sin siquiera haber comprendido completamente el cerebro. Pero, ¡muy ingeniosa tu carta de derechos y deberes! Muchas gracias por compartirla. Saludos.
EliminarJosé me gusta tu post. Quisiera contarte sobre mis experimentos en este tema, yo he trabajado más enfocado a inteligencias artificiales artistas, tengo un generador de música que he abandonado por falta de fondos y la dificultad de conseguir bases de datos con partituras digitalizadas. La última semana en mis noches de aburrimiento decidí empezar una que escribe, te dejo el link donde he publicado algunas de las frases para que le heches un vistaso, esta en su estado per-beta, pero ya ha escrito algunas frases que me han gustado. http://loquedicemipc.blogspot.com/
ResponderEliminarMe parece una aberración. Y una violación al ser humano
ResponderEliminarGracias José lo copiaré todo
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